viernes, 1 de noviembre de 2013

UN DÍA DE LLUVIA EN BUENOS AIRES



            Hay muchas Buenos Aires, pero si algo distingue a esta ciudad son sus cafés y librerías. Es un arte tomar un café, charlar, mirar, leer un libro. Hoy llueve con intensidad, momento ideal para dar un paseo por algunos de sus símbolos. La  librería del Colegio es la más antigua; el Tortoni, un clásico donde se reunían desde 1920 intérpretes y compositores de tango, poetas y escritores.
     









            Le Petit Colón está situado muy cerca del Teatro de la ópera, acaba de ser restaurado y tiene algo muy frecuente por aquí, una barra espectacular. Me sigue sorprendiendo el gusto de los bonaerenses por los dulces, la multitud de confiterías y variedades de tortas. Algunas sorprendentes.





          Eterna Cadencia, cuyo nombre ya es un poema, en Palermo. El Chile, en San Telmo. El Café Británico, al lado de la plaza Lezama, origen de la ciudad y donde Ernesto Sábato se sentaba a escribir " Sobre Héroes y Tumbas".








         Una noche tuve la fortuna de poder ir a escuchar en el Teatro Maipo a Leopoldo Federico, un histórico de la orquesta típica de tango, un maestro del bandoneón. Se cumplían 55 años de su formación y por allí pasaron amigos suyos inmensos, como José Colángelo.



                     Si vienes a Buenos Aires, no te pierdas una porción de torta, tarta dulce en Argentina, en Florencio, en La Isla, las mejores que he probado.  Un vistazo a "La Biela" o "Las Violetas", nada turístico y con un servicio de té con el que comes para tres días.










        Con Leopoldo Federico también estuve esa noche memorable otro grande de la música argentina: Atilo Stampone.




                 No puedo olvidarme de "El Ateneo", una muestra de cómo se pueden recuperar los teatros y dárles otro uso. Toma nota España. De la Libros del Pasaje. De algunos detalles coquetos.











           La Cumparsita es la pieza con la se terminan las Milongas, un aviso para los bailarines de que se terminó la fiesta. 

domingo, 27 de octubre de 2013

BALLENAS EN PENÍNSULA VALDÉS


          Mientras los argentinos votan en las elecciones legistativas de mitad de mandato, es obligatorio votar y muchos analistas hablan del fin de un ciclo político, te voy a llevar a ver ballenas francas australes en Península Valdés, un territorio árido, salvaje, magnífico. Lo primero, una de situación.



       Hace unos años, las ballenas se mataban a palos en Golfo Nuevo, las flotas balleneras se ponían las botas porque es una especie muy fácil de cazar. Hoy está protegida y, por lo que he podido ver, mimada y cuidada, aunque su recuperación sigue en peligro; se calcula que por Península Valdés pasan unas 1.000 cada año. En esa zona no se permite la pesca ni actividades marítimas, sólo navegan pocas embarcaciones para el avistaje. Las ballenas suben desde la Antártida entre los meses de junio y noviembre para su apareamiento, dar a luz , amamantar a los ballenatos. Son aguas profundas y tranquilas del Atlántico Sur. Lo que necesitan. Después regresan a la Antártida, donde se alimentan. Y así un año tras otro.







   

          Poder ver a estos cetáceos tan cerca es emocionante. Sus evoluciones, escuchar sus sonidos. Son muy curiosos, nadan alrededor y por debajo de las embarcaciones; pesan unas 40 toneladas de media, miden entre 13 y 16 metros y tienen adheridos en la enorme cabeza pequeños crustáceos que forman una costra blancuzca. Comen krill, que filtran a través de sus barbas, y un ballenato puede tomar 200 litros de leche materna al día, densa, aceitosa, no se mezcla con el agua.











         El avistaje comienza en un pequeño pueblo pescador, Puerto Pirámides, donde utilizan un método muy curioso para introducir y sacar las embarcaciones del mar. 






          La zona es impresionante, pura y ventosa estepa. Además de ballenas, hay lobos y elefantes marinos, pinguinos, guanacos, martinetas, cuys, ovejas, caballos, y si te toca la lotería puedes ver orcas en Punta Norte. Las carreteras de tierra, ripio, casi todas, te acercan a lugares como Playa Pardela, donde con un viento patagónico de aúpa bajo un sol espléndido te encuentras con esta imagen.


 




         Antoine de Saint-Exupéry sobrevoló estos lugares durante más de dos años, 1929-1931, transportando correo y los plasmó en "El Principito". Cuenta la leyenda que la forma de la Isla de los Pájaros, en la costa del istmo de Península Valdés, inspiró su boa constrictor devoradora de elefantes. Aquí tienes la isla.






         Te aconsejo que no te pierdas el final, con la aleta caudal sumergiéndose.