Desde que estoy en Qatar he ido en un par de ocasiones a Omán. La primera con un grupo de amigos. La segunda, sola. En ambas he disfrutado muchísimo y he descubierto un país maravilloso; con una larga historia; lleno de contrastes: desiertos, montañas escarpadas, playas magníficas, wadis entre y al final de abruptos precipicios. Y lo mejor, unas personas abiertas, amistosas, cercanas, amables y, según me decían varios omaníes, con un "feeling" especial con España y sus gentes. En las dos fotos siguientes, la bruma era parte del cielo.
La historia del actual sultanato de Omán, situado en el extremo sureste de la península arábiga, limitando con Yemen, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, comienza a conocerse hace miles de años; los Sumerios lo llamaban Magan. Luego fue una Satrapía del Imperio Persa, hasta que se establecieron tribus árabes y lograron el poder. En el año 751, los musulmanes Ibadíes fundaron el Imánato de Omán, que duró hasta mediados del siglo XX. Pero con sobresaltos. En 1508, Muscat, ahora la capital, fue conquistada por los portugueses, los primeros europeos, que se sepa, en pisar tierras omaníes. Años después, en 1659, los Otomanos se apoderan de la región, aunque fueron expulsados casi un siglo después por la actual línea de sultanes, cuyo territorio alcanzó desde Zanzíbar hasta Baluchistán. Una pausa en la historia de Omán ¿no te parece?
De la época portuguesa quedan muchos fuertes en las montañas o éste, en restauración, ubicado en el pueblo pesquero de Qurriyat. Las dos fotos son de una amiga.
Nada mejor que el agua para hablar de Wadi Shab. Unas piscinas naturales en las montañas, a las que se llegan después de recorrer cañones, trepar por las rocas, hacer malabarismos en las acequias. Hicimos la excursión con un guía estupendo, Yousuf Ali Al-Balushi, con quien nos adentramos por estos fantásticos parajes.
En ese preciso momento, una avispa se fijó en el arco de mi pié izquierdo, justo donde termina el cuero de las "menorquinas", ingenua de mí no llevaba playeras. Y me picó, claro. Ahora me rió, pero entonces pensé que el pie se iba a hinchar como un globo y ¡adiós wadi y faena para mis acompañantes! No teníamos amoniaco ni limón ni ajo.Yousuf retrocedió hasta donde se encontraban unos jóvenes omaníes haciendo una barbacoa. Regresó con las manos vacías y preguntó si alguien tenía perfume, ¡perfume! pues sí, la muestra de una amiga consiguió que aquello no se inflamáse. Así que reemprendimos la marcha, un poco zarandeada por las circunstancias, aunque con la ayuda de todos, mil gracias, logramos llegar a las piscinas. Las fotos siguientes son de una amiga. Yousuf se hizo cargo de mi bolsa, la cámara de fotos y de mí.
Unas imágenes ahora del hotel donde estuvimos y sus vistas.
Te preguntarás la relación de Simbad con toda esta historia. Si tienes paciencia y espero que la tengas, lo sabrás en la próxima entrega. Continuará.
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