Qatar me recibe de nuevo con los brazos abiertos, con sonrisas y un montón de actividades por hacer. Te contaré, más adelante, la moda del jazz este año, sin olvidarme del fútbol y el olimpismo. Para abrir boca nos vamos de excursión al desierto del sur del país. Grandes dunas limítrofes con un mar interior desde el que se ve Arabia Saudí, tan cerrada sobre sí misma que cuando pregunté sobre la posibilidad de pasar unos días en su desierto, me contestaron: hay un oasis maravilloso en Abu Dhabi. Muy bien toreada la pregunta sobre todo por el añadido: eres carne de cañón. Bienvenido al desierto qatarí en un extraño día lluvioso a primeras horas; esas gotas dejan la arena limpia y mullida, te dan ganas de acariciárla.
Lo bueno de ir entre semana, según me comenta Mohammed, mi estupendo guía a quien puedes ver en la foto de arriba, es que tienes el desierto para ti sólo. Los fines de semana, aquí viernes y sábado, media Doha viene a saltar por las dunas y bañarse en el mar. También me cuenta que durante dos semanas de marzo hay zonas con grandes flores amarillas. Tienen que ser una preciosidad. Debajo puedes ver los restos casi calcinados.
Uno de los objetivos de Mohammed es hacerte sentir la aventura. Para ello desliza el coche duna abajo y saltas, vaya si saltas. El vértigo lo administras como quieras o puedas.
En el desierto hay vida, mucha vida. Desde lo alto de una duna ves el mar y a unos pescadores con caña. Ni una embarcación ni redes porque es un espacio protegido. Los zorros no puedo mostrártelos porque los vi, gracias Mohammed, pero no fui capaz de "pillárlos" con la cámara.
Las islas son de Arabia Saudí, arrebatadas a Qatar, según Mohamed, a principios de los 90. En la otra orilla, donde estamos, un campamento te permite tomar un café, bañarte o dar un paseo en camello.
La amabilidad de Mohammed hace posible que veas al escurridizo zorro del desierto. Thanks again.
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